sábado, 28 de junho de 2014

CERREMOS LOS PORTALES DE LA MATERIA

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"A verdadeira teoria sobre o universo, inclusive o homem, não está na história material, mas no desenvolvimento espiritual. O pensamento inspirado renuncia à teoria material, sensual e mortal sobre o universo, e adota a espiritual e imortal. É essa percepção espiritual das Escrituras que eleva a humanidade acima da matéria e da morte e inspira a fé" (CS  p.547:28-34).

Não estaria na hora de haver um tanto mais de louvor para o Criador, Sustentador e Mantenedor do universo? E certamente menos tempo para medo e adoração da suposta causa, a matéria?  Olhares que vão além das pretensões de que a matéria esteja entronizada, quando é a Mente, Deus, quem está, podem ser vistos em lugares às vezes inusitados. Por exemplo, Albert Einstein.

Há documentos que provam que o físico Albert Einstein respeitava os pontos de vista que Eddy expressou em Ciência e Saúde. Por exemplo, em uma de suas visitas a uma Sala de Leitura da Ciência Cristã teria comentado: “… e pensar que uma mulher já conhecia isso há 80 anos atrás".  (O universo de Deus: intacto e Evoluindo com precisão -Rick Stewart, CS)

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Cerremos los portales de la materia

Nathan Talbot

 

La materia ya no es lo que acostumbraba ser. O, por lo menos, eso podríamos creer al escuchar las opiniones que están surgiendo en el mundo de la física. Según recuerdo, hasta no hace mucho, a todos nos enseñaban que la materia era algo muy sustancial.

No obstante, hace poco, estaba conversando con un físico de Inglaterra y me comentó muy al pasar que la materia es más una probabilidad matemática que eso tan concreto que se ve y siente. Después, un amigo de California que es astrofísico, me explicó que cuando empujo o hago fuerza contra una pared, la verdad es que no hago contacto con algo sólido. Lo que sucede es que algunos electrones ofrecen resistencia y me devuelven un pequeño empujón. Por su lado, la física cuántica plantea interrogantes sobre el papel que cumple el observador cuando le parece que está viendo un objeto independiente al otro lado de la habitación.

Muy bien, quizás la materia no sea lo que siempre supusimos que era. Sin embargo, estoy seguro de que todas esas personas que están redefiniendo lo que hemos creído con tanta certeza durante más de doscientos mil años, sin duda, se abrigan con mantas bien materiales las noches frías de invierno y, como todos, recurren a lo que parece ser una cuchara muy sustancial cuando toman sopa.

Sin embargo, yo no creo en la materia. Es verdad, desde una perspectiva muy elemental, no creo que la materia sea de ningún modo verdadera sustancia. La mayoría de la gente acepta la opinión de que todos hemos nacido de la materia. Creemos que, debido a las acciones originales de nuestros padres, estamos más o menos atrapados en un cuerpo hecho de materia, e incluso en un mundo material, hasta que morimos y salimos de él.

Hace unos años, escribí un editorial donde planteaba que era probable que nosotros fuésemos más responsables que nuestros propios padres por haber nacido en la materia. 1 Y hoy estoy más convencido de eso que nunca. Quizás se deba a que cada vez tengo más dudas de que la materia sea una realidad, así como a mi creciente convicción de que el Espíritu es sustancia.

La manera en que Cristo Jesús destruyó las condiciones de la materia, como en el caso de las enfermedades, me ha impulsado a hacer una pausa antes de aceptar sin pensar la realidad de la materia. Después de todo, ¿acaso es posible destruir la realidad? Jesús decididamente destruyó la enfermedad.

Mary Baker Eddy me ayudó mucho al explicar en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras que lo que Jesús destruyó fueron las creencias falsas que existen acerca de la realidad, no la realidad misma. Él destruyó la creencia de que la enfermedad fuera una realidad. Y, por último, destruyó la creencia de que la materia misma fuera su propia realidad. De veras pienso que Jesús finalmente probó que la sustancia real y perdurable es siempre espiritual, nunca material.

Esta comprensión lo sacó de la tumba, y poco después, lo transportó a un tipo diferente de realidad. Para mí, lo que la Biblia llama su ascensión significa que Jesús tenía el pensamiento tan espiritualizado, que una perspectiva material ya no podía reconocerlo. El punto de vista basado en la materia de quienes lo rodeaban sólo podía percibir un sentido material de sustancia, y Jesús ya no se veía a sí mismo de esa forma.

Este pensador científico que comprendía la verdadera filiación con Dios, nunca dejó de existir. No obstante, aquellos que no lograron mantenerse a la altura de su inmensa espiritualidad, ya no pudieron verlo. Jesús no se consideraba a sí mismo un mortal, y la materia es una forma de mortalidad. Se veía a sí mismo desde la perspectiva de la vida o inmortalidad, no de la mortalidad o la muerte.

Cuando San Pablo afirma que tener el pensamiento espiritualizado es vida, mientras que tener el pensamiento fijo en la materia es muerte, 2 está describiendo lo que la mortalidad y la inmortalidad, la vida y la muerte, nos están realmente diciendo. Jesús renunció a todo pensamiento material, mientras que otros se aferraban a ese pensamiento.

Entonces, ¿qué tiene que ver todo esto con nosotros? Yo pienso que muchísimo. En la medida en que renunciemos al pensamiento material, estamos negándonos a entrar en la materia. Sí, estamos incluso negándonos a aceptar una especie de continuo nacimiento en la materia. En la medida en que vivimos con el pensamiento espiritualizado, entramos en el Espíritu. Es como renacer o descubrir nuestra verdadera luz.

Pienso que es demasiado simplista decir que nuestros padres nos hicieron entrar en algo llamado cuerpo material. La materia no es tanto una cosa como una manera de ver las cosas. Es una forma más "oscura", menos iluminada de ver la realidad. La mentalidad materialista está compuesta no sólo de esperanzas y aspiraciones, sino también de dudas y temores, ignorancia e ira, desesperación y resentimiento.

Tal mezcla de pensamientos es la sustancia de un sentido de existencia basado en la materia o mortalidad. Este punto de vista es como una luz mortecina que finalmente parpadea y se apaga. Una mentalidad más espiritual, formada puramente de inocencia y bondad, alegría y afecto, paz y justicia, ilustra la sustancia permanente, la vida y la inmortalidad a la que se refería Pablo. Es el resplandor que encontramos en toda la Biblia.

En cierto sentido, todos los días, a cada momento, estamos tomando la decisión de entrar o no en donde hay menos luz, en la materia, es decir, de nacer dentro de la discordia y la limitación. En toda la Biblia, y en un sentido más profundo en la vida de Cristo Jesús, se nos enseña cómo podemos evitar la entrada por los umbrales de la materia. El Sermón del Monte3 está lleno de maravillosos ejemplos que nos demuestran cómo podemos evitar pensar en la existencia de una manera material, es decir, restrictiva, vulnerable e imperfecta.

Por ejemplo, cuando Jesús nos enseña a no reaccionar —y a ofrecer, en cambio, la otra mejilla— nos está ayudando a resistir una forma de pensar que nos atraería hacia la materia, es decir, hacia la mortalidad, la imperfección. Entonces, debemos hacer una pausa y reconsiderar la situación antes de entrar. Cuando Jesús nos exhorta a no mirar a otra persona con lujuria, nos está previniendo para que no pasemos por otro umbral peligroso, como son también la frustración, la tristeza, la apatía y la envidia.

Esta mentalidad material, o pensamiento mortal, a veces puede ser tentador, seductor, incluso hermoso e irresistible, pero siempre nos lleva a definir nuestra identidad como material. Pero cuando Jesús, nos hace presente que seamos perfectos como Dios es perfecto, nos está señalando el umbral del Espíritu.

En el libro del Apocalipsis, Juan revela la luz del Cristo, y es muy reconfortante cuando afirma: “He abierto una puerta delante de ti, que nadie puede cerrar”. 4 Jesús demostró simbólica y literalmente, que la materia no podía interponerse en su camino cuando atravesó las puertas cerradas, antes de su ascensión.  5 Para él la materia ni siquiera tenía la sustancia de los electrones que, según creemos, al presionarlos tienden a devolvernos el empujón.

Los conceptos basados en la materia, tal como el nacimiento y la muerte, generalmente son vistos de una forma demasiado superficial. Cada vez que decidimos entrar por una puerta sombría, estamos naciendo un poco en la mortalidad. Mientras que evitamos en cierto grado la muerte, cuando optamos por entrar en un vestíbulo más divinamente iluminado, y tenemos un pensamiento espiritualizado, en lugar de orientado hacia la materia.

La materia no es tanto una cosa como la manera de ver las cosas.

La materia no es realmente la sustancia que suponemos que es. La Sra. Eddy percibió la esencia misma de la materia cuando la describió como “una forma falsa de mente”.   6 Cristo Jesús nos llamó a arrepentirnos, a cambiar nuestro pensamiento. ¿Ha considerado usted alguna vez arrepentirse de la materia? Este puede ser un llamado a cambiar de una manera falsa o materialista de pensar, a una forma espiritual, o inspirada por Dios, de ver la vida y la existencia.

Al cerrar esos corredores de pensamiento que llevan directamente a la materia, estaremos cada vez más conscientes de una realidad falta de materia y mucho más concreta y permanente. Estamos descubriendo que, después de todo, la materialidad no es la realidad. ¿Es acaso un error o una ilusión acerca de la realidad? Cuando partimos de una realidad enteramente basada en el Espíritu, la materia no es ni lo uno ni lo otro. No es ningún tipo de realidad. En otras palabras, desde una consciencia enteramente espiritual, perfecta, infinita y despierta, nunca hay una realidad limitada, discordante y basada en la materia.

Cristo Jesús nos mostró el camino. Su vida era el Camino. Paso a paso, podemos cerrar esas puertas sombrías que nos llevan hacia la materia, y caminar dentro de la luz, que es como un renacer que nos muestra quiénes somos realmente, es decir, espirituales y por siempre los hijos de Dios.

1 Véase Nathan Talbot, “Withdraw your consent”, Journal, Enero de 1982, pág. 35-39.  2 Véase Romanos 8:6.   3 Véase Mateo, cap. 5—7.  4 Apocalipsis 3:8.  5 Véase Juan 20:19, 26.  6 La unidad del bien, pág. 32.

 

 Autor: Nathan Talbot, Secretario de La Iglesia Madre. Del número de marzo de 2007 del  El Heraldo de la Ciencia Cristiana, The Christian Science Publishing Society.

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